ESCRIBIR DOS POEMAS DE DOLORES VEINTIMILLA DE GALINDO
LUEGO ANALIZAR SU CONTENIDO Y REALIZAR UNA BREVE INTERPRETACIÓN DE LOS MISMOS.
A MIS ENEMIGOS
¿Qué
os hice yo, mujer desventurada,
que en mi rostro, traidores, escupís
de la infame calumnia la ponzoña
y así matáis a mi alma juvenil?
¿Qué
sombra os puede hacer una insensata
que arroja de los vientos al confín
los lamentos de su alma atribulada
y el llanto de sus ojos? ¡ay de mí!
¿Envidiáis,
envidiáis que sus aromas
le dé a las brisas mansas el jazmín?
¿Envidiáis que los pájaros entonen
sus himnos cuando el sol viene a lucir?
¡No!
¡no os burláis de mí sino del cielo,
que al hacerme tan triste e infeliz,
me dio para endulzar mi desventura
de ardiente inspiración rayo gentil!
¿Por
qué, por qué queréis que yo sofoque
lo que en mi pensamiento osa vivir?
Por qué matáis para la dicha mi alma?
¿Por qué ¡cobardes! a traición me herís?
No
dan respeto la mujer, la esposa,
La madre amante a vuestra lengua vil...
Me marcáis con el sello de la impura...
¡Ay! nada! nada! respetáis en mí!
En
casi todas las estrofas, el yo lírico demuestra su enojo. En los primeros
cuatro versos, moldeamos casi toda la historia o el objetivo de la ecuatoriana.
Y la intención de ella, como lo había dicho antes, es de demostrar sus
sentimientos (enfado, enojo) y reclamo a los calumniadores.
En la segunda estrofa, el yo lírico trata de explicar que es
incapaz de hacer algo al respecto frente a las circunstancia. Su única solución
es echar lágrimas de sus ojos de un ser lastimado. Al hablar de la insensata,
la voz lírica se refiere a sí misma. A parte de expresar enojo, demuestra
tristeza por lo que está pasando.
¡QUEJAS!
¡Y
amarle pude! ... Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus
palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho,
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos,
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin
él, para mí, el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de Abril.
Vivía de su vida aprisionada;
era el centro de mi alma el amor suyo,
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿por qué tan presto me olvidaba el vil?
No
es mío ya su amor, que a otra prefiere;
sus caricias son frías como el hielo.
Es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción. . .
¡Y amarle pude delirante, loca!
¡No! mí altivez no sufre su maltrato;
y si a olvidar no alcanzas al ingrato
¡te arrancaré del pecho, corazón!
Quejas, un poema muy representativo de
esta insigne poeta cuencana donde describe el dolor, la tristeza, la melancolía
por un amor no correspondido que incluso induce al suicidio.