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Los pioneros de la industria y la creación
cinematográfica jamás pensaron a finales del siglo XIX que lo que ellos hacían
podía llegar a ser considerado un arte. La verdad es que la envergadura de lo
que se hacía en el mundo del cine muy pronto comenzó a ofrecer obras que, sin
ningún tipo de dudas, iban más allá de lo que generalmente se podía considerar
como producto de consumo.
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Es el teórico italiano, Riccioto Canudo, una persona
que se mueve en el mundo del periodismo y la literatura, el que reconoce en
unos de sus textos de 1911 que el cine debe ser considerado como "Séptimo
arte". Este rasgo amplía notablemente la perspectiva de acercamiento a las
películas que se producen en todo el mundo. Ya no se trata sólo de productos
para un consumo masivo, sino que el espectador debe asumir que además de pasar
un rato agradable y de mero entretenimiento en la sala de cine, también se va a
encontrar con otras obras que merecen una contemplación más apasionada que, por
su interés y calidad artística, va a derivar, inevitablemente, en una reflexión
sobre lo contemplado.
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No se puede decir que la consideración de
"Séptimo arte" suponga un aval para todo lo que se exhibe en las
pantallas del mundo. Las cualidades artísticas de una obra van emergiendo en
cuanto los directores apuestan por trabajos más cuidados desde el punto de
vista de la iluminación, la interpretación, el montaje, la dirección o la
puesta en escena en general. En su revalorización intervienen todos los
apasionados que se reúnen en torno a asociaciones que buscan desde su fundación
disfrutar del valor artístico de la película.