La Revolución de Quito (1808-1812) tuvo cuatro
momentos decisivos: la formación de la Junta Soberana el 10 de agosto de 1809,
la masacre de patriotas y pobladores quiteños el 2 de agosto de 1810, la
reunión del primer Congreso de Diputados que decretó la independencia frente al
Consejo de Regencia el 11 de diciembre de 1811 y la expedición de la primera
Constitución el 15 de febrero de 1812, con la que nació el Estado libre de
Quito, con Ejecutivo, Legislativo y Judicial propios.
Durante la noche del 9 de agosto de
1809, un núcleo de intelectuales, doctores, marqueses y criollos complotados
residentes en la ciudad de Quito, junto a representantes de los barrios, se
reunieron en la casa de Manuela Cañizares. Allí decidieron organizar una Junta
Suprema de Gobierno, en la que actuaría como Presidente Juan Pío Montúfar,
Marqués de Selva Alegre, como Vicepresidente el Obispo José Cuero y Caicedo y
como Secretarios de Estado, en los Despachos del Interior, de Gracia y Justicia
y de Hacienda, los notables Juan de Dios Morales, Manuel Quiroga y Juan Larrea,
respectivamente.
En la mañana siguiente, el día 10 de
agosto, Antonio Ante se encargó de presentar, ante el Presidente de la Real
Audiencia, Manuel Urriez, Conde Ruiz de Castilla, el oficio mediante al cual se
le daba a conocer que había cesado en sus funciones y que el gobierno lo asumía
la Junta Soberana de Quito. Al mismo tiempo, Juan de Salinas se encargó de la
guarnición, que, de inmediato, se pronunció a favor de la Junta. Los criollos
de Quito, actuando como “diputados del pueblo”, suscribieron el Acta, por la
cual desconocieron a las autoridades audienciales, reconocieron a la Junta
Suprema como gobierno interino “a nombre y como representante de nuestro
soberano, el señor don Fernando Séptimo y mientras Su Majestad recupere la
península o viniere a imperar en América”; le encargaron sostener “la pureza de
la religión, los derechos del Rey, los de la Patria y hará guerra mortal a
todos sus enemigos, principalmente franceses”; y dispusieron la formación de la
falange militar propia. El Cabildo abierto del 16 de agosto, en el que
estuvieron los representantes de los diversos barrios, ratificó solemnemente
todo lo actuado.
La revolución ejecutada el 10 de
agosto de 1809 no dejó dudas sobre el carácter autonomista y libertario del
movimiento patriota, que no pudo ocultarse con la proclama de fidelidad al Rey.
Sin embargo, en la misma época, tampoco quedaban dudas de que el movimiento de
aquellos criollos patriotas se inspiraba en el pensamiento ilustrado inculcado
por Eugenio Espejo y que, sobre todo, al asumir como suyo el principio de
soberanía popular y de representación del pueblo, ejecutaba un acto
revolucionario que, en última instancia, movilizaba un proyecto autonomista.
Así lo entendieron las autoridades de
las otras regiones de la Audiencia de Quito y de los Virreinatos de Lima y de
Bogotá. Por ello, aunque los patriotas quiteños llamaron a la unión de “los
Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación” y
especialmente a Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, la Junta de
Quito resultó aislada e incluso provocó la reacción de las otras regiones,
desde las que se prepararon milicias para someterla.
El Virrey de Lima, Fernando de Abascal
y Souza, envió tropas al mando del Coronel Manuel Arredondo. Ante el peligro
inminente, el 28 de octubre la Junta resignó el poder ante el “españófilo” Juan
José Guerrero, Conde de Selva Florida, quien a los pocos días lo devolvió al
Conde Ruiz de Castilla.
Aunque el Presidente restaurado
prometió olvidar los sucesos, cuando entraron a la ciudad las fuerzas
realistas, se inició la persecución contra los revolucionarios quiteños,
contando con la actuación del oidor Felipe Fuertes Amar y del fiscal Tomás
Arechaga.
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